martes, 16 de mayo de 2017

LA CIERVA DORADA

Leyenda irlandesa

Durante una cacería, Finn, rey de Irlanda, vio cruzar repentinamente a una hermosa cierva dorada. De inmediato los perros se lanzaron en su persecusión.
Luego de varias horas de carrera, llegaron a un valle, donde la cierva se detuvo y, agotada, cayó al suelo. Pero para asombro del rey, los perros no la atacaron sino que comenzaron a jugar alrededor de ella.
Finn ordenó que nadie la matara. Todos regresaron al castillo con la cierva y los perros siguiéndolos y jugando en perfecta armonía.
Esa noche, Finn se despertó sobresaltado. A su lado, una joven de increíble belleza, velaba su sueño. 
"Soy Sadv, querido Finn. Soy la cierva que perseguiste hoy. Hace tres años, por negar mi amor al druida del Pueblo de las Hadas, me hechizó condenándome a llevar esta forma. Pero uno de sus esclavos, un buen amigo, me confió que que si lograba entrar en tu fortaleza recuperaría mi forma original".
Finn, perdidamente enamorado, desposó a Sadv. Su amor era tan profundo que ya no sintió deseos de ir a la guerra, no deseó apartarse de su bella mujer.
Lamentablemente, una mañana llegó una terrible noticia: guerreros nórdicos se encontraban en la bahía de Dublin y se proponían invadir sus dominios.
Finn permaneció siete días fuera del castillo. Al regresar no encontró a la dulce Sadv. Preguntó a los sirvientes por ella sintiendo su corazón estallar por la angustia. Uno de ellos, con mucha pena y voz temblorosa le dijo: "Hace dos días creímos ver llegar a los nórdicos. Todos corrimos hacia el portal con el propósito de escondernos en el bosque. Pero en cuanto la reina Sadv lo cruzó, apareció un fantasma que la cubrió con niebla y en su lugar apareció una cierva dorada. Los perros se ensañaron con el animal obligándola a huir. Desde entonces no volvimos a ver a la reina".
Finn nunca volvió a ser el mismo. La tristeza lo invadió para no abandonarlo.
La buscó durante seis años por toda Irlanda. Finalmente, en una ocasión siguiendo el rastro de un jabalí, escuchó ladrar furiosamente a los perros, lo hacían a un pequeño desnudo de largos cabellos rubios.
El rey y sus hombres espantaron a los perros y condujeron al misterioso niño al castillo.
Cuando el pequeño se recuperó del susto, le contó a Finn que jamás conoció a sus padres, sólo a una bella cierva dorada, con quién vivía en un valle profundo y pacífico. Era feliz con la cierva que lo cuidaba con amor hasta que un día descendió sobre ella una extraña niebla haciéndola desaparecer.
Consternado por el relato, Finn comprendió que la cierva no era otra que su amada esposa y ese niño, su hijo, al que llamó Oisín, pequeño ciervo.